logob.jpg (4212 bytes)  Entrándole a los números del Audio

Este artículo está dedicado a mis difuntos compañeros Henry Camacho y Dámaso, quienes estuvieron conmigo aquella tarde.

José Mujica

Filosofía
El Audio destaca por combinar lo técnico con lo romántico.

Dudas
¿Cómo se hará para saber cuántos Watts se necesitan para sonorizar una sala de acuerdo a sus dimensiones y al número de personas?

Administración
Lo importante no es ser un genio, sino administrar bien la limitada cantidad de inteligencia de la que dispongamos


     Pretendo con este artículo terminar de inspirar a aquellos técnicos que se sientan intimidados y a la vez atraídos por las matemáticas. Sobre todo para el grupo de profesionales que deseen especializarse en el área del diseño y la acústica.

     Las carreras agradables, algunas de ellas muy serias, El Audio, La Computación, El Vídeo, Las Artes, etc., tienen en contra hacer creer al profesional novato que todo el tiempo esta en la cima, aún cuando se encuentre dando sus primeros pasos. Dentro de ese mundo de carreras jóvenes, el Audio destaca por combinar lo técnico con lo romántico. Un extraño híbrido que provoca que en ciertas especializaciones sea vital el uso de las matemáticas y en otras brille por su ausencia.

     Mis primeros contactos con las matemáticas aplicadas al Audio, datan de 1979, cuando intentaba entender los términos de potencia en Watts y los decibeles. Fue frustrante. Después vino mi pregunta más famosa, ¿Cómo se hará para saber cuántos Watts se necesitan para sonorizar una sala de acuerdo a sus dimensiones y al número de personas?. Pero lo peor de todo  estaba por pasar cuando quise diseñar sistemas para teatros. Apareció entonces un bendito factor "Q" que se encargaría de amargarme la vida durante los siguientes 6 años.

EXPERIENCIAS DESAGRADABLES

     Paralelamente a mis intrigas comencé estudios de ingeniería en una Universidad militar donde por causas matemáticas duraría poco más de un año. Fueron terribles noches resolviendo 200 ejercicios de análisis por semana, de todos los libros conocidos. De nada servía, cada vez que presentaba un exámen, me aplazaban. Era particularmente desagradable que uno de mis compañeros no estudiara, solo asistía a las clases para luego irse a las fiestas, y aprobaba todos los exámenes, con baja nota, pero pasaba.

     Concluí que mis altas notas preuniversitarias eran un fraude, no me habían enseñado a pensar, bastaba un ejercicio levemente diferente a uno que hubiera resuelto en mis interminables prácticas, para dar al traste con mis aspiraciones de aprobar un solo exámen. Aprobé análisis uno gracias a la compasión que despertó en un exámen de reparación, mi pié fracturado.

     Así, al año,  me marcharon con mis sueños a otra universidad, privada y con muy mala fama en ingeniería.  Yo deseaba ingresar a la universidad pública más prestigiosa del país, pero tendría que esperar dos años para conseguir ese cambio, por lo que aquí llamamos equivalencias.

     En la universidad privada, mientras tanto comenzó de nuevo mi calvario con los análisis matemáticos, 200 ejercicios  resueltos por semana, para salir aplazado de nuevo en análisis uno. Tomé un curso de verano de dos meses y me toco un profesor blando que colocaba en los exámenes los mismos ejercicios que hacíamos en la pizarra, aprobé con 16 puntos donde la máxima nota era 20, ¡Así cualquiera!. 

     La historia de análisis dos, es muy parecida, una hermosa profesora complaciente me regaló en la reparación, los dos puntos que necesitaba para aprobar, con la condición de mi firme promesa de estudiar más en el futuro.

EL TERCO  

      Así llegue arrastrándome hasta análisis tres, donde cambiaría el resto de mi vida. El recibimiento no fue de nada "Soft", una compañera de clases me preguntó, "¿Es primera vez que cursas análisis tres?, Pobrecito, esta es mi sexta vez". Palabras ciertas, en los dos primeros exámenes parciales obtuve dos flamantes 4 puntos sobre 20, estaba mejorando. En la última oportunidad que tenía contaba con dos puntos de trabajos escritos previamente, si obtenía la máxima nota podría llegar al exámen final con 10. 

     Me dispuse a rematar mis ejercicios la tarde del exámen, disponía de cuatro horas, me acompañaban el genial Henry y el recatado Dámaso. Dámaso fue el primero que abandonó el salón diciendo, "Se acabó, voy a repetir". Posteriormente Henry también dijo, "Es una mentira, necesito 20 y sé que no lo voy a obtener". Me quedé solo en salón, vencido y hojeando el libro de análisis de Louis Leithold, me puse a leer con desgano y de repente sonó un "click" en mi cabeza, me incliné sorprendido y dije lentamente, "un momento", pasé la siguiente página y repetí "un momentico".

     Al transcurrir una hora de lectura había leído aproximadamente 20 páginas de teoría, por primera vez en mi vida leía teoría matemática. Es muy fastidioso porque exige mucha concentración y "madurez", hilar tantos términos y variables y mantenerlos relacionados con lógica flotando en la mente es una tarea para la que hay que curar el cerebro. Se me ocurre comparar este acto con escribir una novela narrando un juego de ajedrez imaginario.

     Obtuve un 20 esa noche, y en el exámen final logré un 16, más nunca hice un ejercicio de análisis, más nunca me aplazaron. Me tomó dos años y medio sin garantías de ninguna especie, madurar mi precario cerebro y lograr que hiciera "Click". Hoy por hoy manejo los cinco análisis como me place.

Y VIVIERON FELICES

     Cuando abandoné las aulas universitaria, mi próximo gran reto fue entender y desarrollar el factor Q de los altavoces, muy mal explicado en el libro de Don Davis, y que me valió escribir mi libro "Análisis con Geometría Analítica y Computación Aplicado al Audio". pero ese es un proceso que solo contaré sin nuestros visitantes lo piden por email.

     Con el tiempo me enteré por medio de la psicología que los cerebros maduran por etapas y por ende los individuos. Cuando no puedes con un tema es probable que tu cerebro no esté listo, dale un tiempo e inténtalo de nuevo.

     También le digo a mucha gente que lo importante no es ser un genio, sino administrar bien la limitada cantidad de inteligencia de la que dispongamos. Por ejemplo, soy vergonzosamente malo tomando decisiones rápidas y por eso no entablo ningún tipo de conversación con vendedores. Pero si me dejan un tiempo para analizar una decisión tengo un 99% de efectividad. En la universidad era muy malo haciendo gracias a las chicas, pero muy bueno en conversaciones profundas con ellas, mi solución fue andar siempre con un amigo gracioso.

     En la actualidad me encuentro ante las puertas de las ecuaciones diferenciales en profundidad y las transformadas de Fourier, pero no se que me pasa, no logro entrarles.

 

logamp1.bmp (3030 bytes)Home                              e.mail: audiomedios@facilnet.com